¡Hola! Quiero un abrazo. – Te digo.
Y tú, mientras sigues frente al monitor y al mismo tiempo escuchando mi voz por tu celular, me contestas - Sí princesa.-
(“Sí princesa” ¿Qué?, o ¿Cómo? O ... No tengo idea de lo que quisiste contestar!)
Entonces yo, que no he terminado de matarme las neuronas (y de vez en cuando todavía se conectan unas con otras), entiendo que debo colgar y bajo cualquier justificación me despido de ti sin tener muy claro hasta cuando habré de volver a escucharte.
Me quedo entonces con este sentimiento mío. Este sentimiento...
Que es...
Es como comer un caramelo, uno pequeño, uno realmente dulce.
Uno que mientras lo comes de repente sabe acidito, no mucho, sólo lo necesario para no empalagar.
Quedamos que uno pequeño, de tamaño preciso para cerrar los ojos e imaginar y sentir...
Imaginar y sentir que...
El corazón carga un costal de colores
y entre la niebla suspira un millón de ilusiones.
Los ojos sueñan con olas y brisa, con risas y sal
Después las manos abrazan “vacío”, te convierto en un “niño”, te dejo pasar, me olvido de ti y regreso a soñar, contigo o sin ti.
Todo esto mientras el dulce (que desde antes sabíamos que era pequeño) se termina.
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